
Era considerado jefe de los demonios y reinaba sobre el más inferior de los nueve mundos subterráneos, sus compañeros son el perro, el ave mohán y la lechuza, considerados como criaturas de mal agüero y de muerte.
Estos Dioses de la muerte, con sus elementos y adornos, solamente son una representación de esta etapa final de la vida y a la que todos tendremos que enfrentarnos en algún momento, empero en el aspecto interior son seres infinitamente misericordiosos que trabajan de acuerdo a leyes naturales y cósmicas, cumplen con un papel que les es asignado; tienen a su servicio a los Ángeles de la muerte quienes son los encargados de desconectar el alma del cuerpo físico y nos pueden guiar en los estados post-mortem, mientras que los Ángeles de la Vida trabajan conectando la vida al óvulo fecundado.
Los mayas creían en la inmortalidad del alma y en una vida póstuma y según su forma en que había vivido el difunto, era recompensado o castigado de acuerdo a sus obras después de la muerte. Si sus obras buenas excedían a las malas, iba de vacaciones a los paraísos elementales de la naturaleza, si sus malas acciones excedían a las buenas, eran enviadas esas almas a los mundos subterráneos donde reinaban los señores de Xibalbá, un lugar de tormentos, de sufrimientos y de dolor.
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